MICHAEL JACKSON: Great Beer Guide (DK, 1998)

May 5, 2017

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Mi nombre es Michael Jackson, pero no canto ni bebo Pepsi; bebo cerveza, que es a lo que me dedico. Viajo por el mundo probando cervezas y escribiendo sobre las que más me han gustado. Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo.

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Así se presentaba el crítico cervecero más famoso en The Beer Hunter, la serie que hizo a finales de los ochenta para Discovery Channel. Este añorado escritor y periodista inglés -fallecido en 2007- fue autor de destacados libros sobre cerveza y whisky, siendo sin duda el más importante The World Guide to Beer (1977), el libro que inspiró el renacer cervecero en EE UU (provocando la revolución cervecera artesanal que seguimos disfrutando actualmente), y en el que categorizó por primera vez la variedad de las cervezas belgas.

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Esta obra de referencia se encuentra descatalogada, pero el aficionado con creciente interés que haya llegado tarde tiene al menos otro libro suyo que por contenido (reseñas básicas que aúnan datos históricos, curiosos detalles y comentarios de cata), por continente (una diferente cerveza por página, acompañada de una foto de la botella y de la cerveza en su vaso apropiado) y por manejabilidad (libro de bolsillo a modo de diccionario, con páginas finales que glosan terminología básica, así como consejos de cata, servicio y maridaje), igual se trata del libro perfecto para deleitarse visualmente mientras se aprende información sobre el mundo de la cerveza y sus diferentes estilos.

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Se trata de Great Beer Guide. 500 Classic Brews (1998), y en Iberlibro (bendito sitio), siguen ofreciendo ejemplares usados en muy buen estado y a muy buen precio. Yo elegí sin saberlo una edición estadounidense: ya caí en la cuenta al resultarme extraño el uso de «color» en vez de «colour», o el dato del Alcohol Por Peso (ABW) delante del más normal Alcohol Por Volumen (ABV). Pero lo principal sigue siendo algo verdaderamente interesante, útil y bello, por más que parte de su contenido haya caducado o sea muy difícil de conseguir. Pero en realidad eso lo hace aún más atractivo, al comprobar el cambio de etiquetado de algunas referencias clásicas, así como el seductor tono general de unas fotos cálidas que recuerdan la publicidad de los ochenta e incluso de finales de los setenta, y que tan bien casan con adjetivos como afrutado, cremoso, untuoso, mantecoso…

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Todo ello hace que sea una referencia ineludible, y en particular el mejor de los comienzos (tras el fallido Cómo Catar Cerveza de Randy Mosher, demasiado centrado en el mundillo estadounidense y bastante mal traducido) para una biblioteca cervecera con la que ir aplacando la creciente sed del aficionado.

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REAL ALE CRAFT BEER

abril 26, 2017

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Según el título uno esperaría encontrarse con un canal de Youtube dedicado en exclusiva a mostrar las (viejas y buenas) bondades de las cervezas ale británicas, pero basta una rápida inmersión en su lista de más de tres mil referencias analizadas para descubrir y aplaudir con alegría la ampliación del gusto personal de Simon Martin, hasta abrazar con delectación (no hay más que ver el vídeo dedicado a la Aventinus, por ejemplo) la tradición alemana o la complejidad belga, algo que reconoce le costó su tiempo de aprendizaje. Por ello mismo (la seguridad de encontrarte con el análisis precisamente de esa cerveza que te llama la atención y de la que te gustaría saber algo más) y por las maneras sencillas de este galés cuya honesta pasión por la cerveza lo sitúan a una equitativa distancia entre un hooligan centrado en su mundo sensorial y un altanero crítico elitista -ambos ignorantes de cómo hacer para potenciar una afición compartida-, las visitas a este canal han terminado siendo algo recurrente de un tiempo a esta parte.

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Sí, uno llega al punto de considerar a Simon Martin como a un vecino siempre dispuesto a echar un rato de charla sobre lo que a todos nos concierne, celebrando encontrarse con él puntualmente. Con toda su folclórica y desacomplejada tipicidad: el apoyo sin complejos a costumbres populares como compartir cervezas y patatillas en el pub; la cata de salchichas del Lidl cortándolas con las manos a modo de improvisada barbacoa en el jardín, junto a su colega Chris y -«Pardon me»- entre eructos; la típica estampa turística en Menorca, sacando latas de Estrella Damm, San Miguel y Mahou para darle un rápido repaso (con esperado suspenso) a esas «regular lagers» de los españoles cuya existencia igual puede justificarse cuando son las dos de la tarde y cae un sol de justicia…

Su vídeo presentando a la Budweiser como útil producto de limpieza para el coche es seguramente el más famoso, pero también se hace merecedor de atención ese intento de mini documental acerca de la progresiva desaparición de los tradicionales pubs ingleses, que termina deslizándose hacia el desvarío de proponer como solución la costumbre de tomarse una cerveza para desayunar. Sirva como efecto ilustrativo -totalmente perdonable- del aficionado dispuesto a compartir su pasión sin pararse en consideraciones.

Para ese otro aficionado medio y foráneo espectador, además, igual hasta le resulta provechoso lo de aprender una o dos expresiones mientras escucha comentarios acerca de uno de sus temas preferidos como es, en este caso, la cerveza: «Christ on a bike!»; «Blimey!»; » It’s a pure belter of a beer!» y, sobre todo, ese «Stone the crows!» aceptado como emblema y que adelanta la nota final de sobresaliente, quedan incorporadas como útiles recursos a la hora de mostrar sorpresa en inglés y sorprender con eso al mismo tiempo, claro. Gracias a una dicción más clara y un modo de hablar menos rápido que el de otros (ese amigo suyo de boca pequeña con sorprendente capacidad para expulsar aire sonoramente, o su propia mujer mismamente, que también tiene canal de cata propio), consigue que nos resulte familiar el uso de frases recurrentes marca de la casa: comenzar con ese «It’s beer o’clock on Real Ale Craft Beer»; proseguir con «Let’s get this beer out into a glass and see what we get»; sonreír una vez más al escuchar lo de «Let get the aroma»…

No cuesta trabajo acomodarse al escucharlas en cada nueva ocasión, ni reconocer en cada gesto repetido (acercar la botella a la cámara para abrirla, con su mirada concentrada y los labios apretados en ese pequeño esfuerzo que tanta felicidad promete) la familiaridad de este tipo afable instalado en una cocina adornada con botellines. Un carpintero exitoso en el fomento de su pasión. Le mandan nuevas cervezas por cajas, y él encantado de mostrárnoslo «as happy as Larry».

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También es verdad -«I’m gonna be honest»- que algo sí que incomoda comprobar cómo ha evolucionado su fisonomía en poco más de un lustro. Tanta felicidad (dice que, incluyendo las que se toma con los amigos y en familia, le salen unas veinticinco a la semana) tiene también su precio.

26 febrero: IV TRAIL VALLE DEL ALMANZORA

febrero 27, 2017

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(55kms; 06:30:40; zapatillas Mizuno Wave Kien 3. Clasificación: 11º general y 1º en categoría)

Del canturreo eufórico al jadeo extenuado en seis horas y media. Me sentí ligerísimo superando las rocas de la garganta de La Cerrá, pero por el Royo me daría cuenta del fallo de no llevar mochila de hidratación; la rambla del Arenal ya se me hizo eterna, ¡y solo llevaba veinte kilómetros! Enlace penoso con la pista forestal de Lúcar, y sabiendo que era todo bajada yo ya solo deseaba encontrarme con algún repecho para tener la excusa de hacerlo andando. Así de tonta se pone la mente a veces.

El enlace de Somontín con Urrácal -filabreando arriba por veredas- es uno de los tramos más bonitos del recorrido, pero yo estaba en plena noche cerrada con miedo a que la fatiga provocara un mal traspiés.

Entonces noté la inesperada ayuda del avituallamiento anterior en Somontín, que me dio las fuerzas suficientes para rescatar los últimos diez kilómetros de un infierno que yo creía seguro.

Sí, seis horas y media dan para mucho.

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Wodehouse ilustrado

octubre 25, 2016

Y en la lista de ilustradores favoritos de nuestro escritor favorito…

T.D. Skidmore:

 

 

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Charles Crombie:

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QUIERE-TÉ

octubre 11, 2016

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Un oasis en la desértica Almería; y no parece un espejismo, al estar celebrando ya su quinto aniversario. Será que cuando se echan ganas para avivar una pasión, todo es posible; incluso conseguir enfrentarse a la arrastrada pasividad y dejadez de esta ciudad.

Una tienda dedicada al té llena de cuidados detalles y con una amable dependienta que sabe transmitir la afición por una bebida con la leyenda -dicen que comprobada- de ser fuente de salud, pero sobre todo válida -oh, magia- «para perforar el hielo inevitable que generan dos ingleses nada más juntarse.»

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Nosotros vamos a dejar de lado ceremonias sociales con aspiraciones de grandeza; y como tampoco poseemos la hondura espiritual que parece tener en Japón, nos quedaremos pensando, al tomarlo, en su noble naturaleza avivadora de la amistad (al compartir el gusto por las pequeñas costumbres acogedoras), desconocedora de la zafiedad de lo humano, por más que tantos y tantos aprovechen la hora del té para chismes y rumores; maldades sutiles, en todo caso, pues como decía Fielding, nada endulza más el té que las historias de amor y de escándalo.

Así que iremos probando poco a poco sus diferentes variedades (¿hay también un té azul y té amarillo?), tratando de despegarnos de esa fase suponemos que inicial en la que se suele tomar el té negro con leche (aunque cómo evitar sonreír cada vez que decidimos cargar nuestra taza con «una nube»), con la determinación de seguir a los verdaderos amantes del té, que lo toman cada vez más fuerte.

Pero aún estamos lejos, así que aceptaremos gustosamente cualquier comentario descalificativo acompañado de un gesto de horror al ver cómo añadimos azúcar, y sin ruborizarnos demasiado por dudar si hay que echar la leche antes o después. ¿Té del obrero? Pues así sea, pero éste también sirve, como quería Johnson, para «el entretenimiento del ocioso y el descanso del hombre de estudios.»

Ya solo falta que en esta ciudad y en este país también se obre el milagro que los antropólogos le han atribuido al té de conseguir que los ingleses dejaran de ser un pueblo de humores belicosos para ser gentes de civilización refinada.

Está, ya lo sé, bastante bastante difícil.

 

 

 

Marraque

septiembre 28, 2016

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Piedras, polvo, sol y moscas. Descubriendo el territorio betetero por la capital almeriense y alrededores, hay un nombre de barriada cuya resonancia me resulta adecuadísima a la hora de expresar las condiciones bajo las que por aquí se desarrolla la afición por la bici de montaña: «Marraque». Ramblas arenosas y barrancos pedregosos; veredas de alta dificultad técnica (¿buscabas veredas? ¡Pues toma «vereas»! Pero ahora no te bajes), caminos rotos por trialeras, que se diría llenos de llagas y mataduras, como las señales que fueron dejando en otros tiempos el roce de los arreos en la piel de los mulos; pegajoso asfalto ensuciado con residuos agrícolas; canteras y excavaciones mineras; matorral quemado y sombras escondidas solo en cuevas; cortijos en ruinas y construcciones a medio hacer, ya deterioradas… Marraque.

Sequedad y ventolera; olor a salitre y efluvios fitosanitarios; cascotes de ladrillo y vidrio y bolsas de plástico por doquier. Sobre todo eso, basura, mucha basura… Marranus marraquensis.

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Convencido de que el paisaje modela al paisanaje; de que esta pertinaz sequía asola la riqueza expresiva, imaginativa, moralmente alta de las personas que sufren unas condiciones cada vez más severas. Igual es mejor no esperar la bienvenida de según qué ojillos negrísimos que a tu paso te escrutan de soslayo. En fin, serán las ganas de combatir esta rabia engañándonos con una especie de determinismo geográfico cuanto menos comodón.

Pues así vamos, marraqueando por Almería. No será de extrañar que los aficionados de por aquí estén fuertes, vista la cancha por la que uno puede foguearse.

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A falta de ir profundizando, tres salidas aparecen como las más clásicas de por aquí: el camino a Enix, popularmente conocido como La Peseta; la subida a Sierra Alhamilla (El Puntal y El Colativí; desde el Mini Hollywood o desde la capital; con bajada por la misma cara -por Los Góngora, por ejemplo- o por el lado sur, vía Marraque o hacia los baños) y la propia subida a Los Baños de Sierra Alhamilla, mezclando rambla y asfalto.

Ah, se me olvidaba el levante: hacia La Fabriquilla o más, por Vela Blanca y el faro de Cabo de Gata… Pero es que el dichoso viento de poniente a la vuelta desanima bastante.

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Queda seguir explorando en busca sobre todo de más veredas, que son sin duda lo mejor que uno encuentra por aquí: por las Cuevas de Los Medina y de Los Úbedas, buscando los cortijos de la vertiente sur de Sierra Alhamilla: Los Albaricoques, El Puntalillo, Los Chacones… O por Alhama y Gádor, con el camino romano por encima de Santa Fe de Mondújar…

Y ya en la propia sierra de Gádor, recuerdos de mis primeras salidas con la Conor hacia el Peñón de Bernal y la fuente del Tartel; al parque eólico de Enix y la Chanata… Ah, pero aquellos primeros años de afición sin contaminar estaban libres de marraque.

Salidas de agosto con Nicolás

septiembre 1, 2016

 

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Varias etapas de la Transnevada (como la anterior entrada de este blog), La Sagra y recorridos por Sierra Larga y La Muela, alrededor de Vélez Blanco para soportar algo mejor un verano -otro más- de sol y moscas.

Mucha pista forestal y poca vereda, sí, pero compensa por esos recodos umbríos donde se hacen fuertes los cedros, los castaños, las secuoyas; por las vistas dominantes sobre pueblos allá muy abajo (Jérez del Marquesado, Fiñana, Fondón, Aldeire); las fuentes buscadas como tesoros, pues eso y no otra cosa son; por la sensación de dominio ante la posibilidad de pasar de una vertiente a otra de Sierra Nevada… Pero sobre todo por la suerte de hacerlo en compañía de gente que te enriquece con comentarios sobre fauna, flora, paisaje y paisanaje. Ah, ypor las cervezas finales en el Ganímedes de Vélez Rubio.

Todo servido gracias a la suerte de poder contar con todo un Master 60 del que seguir aprendiendo.

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9 agosto: La Ragua (Transnevada 3 y 4)

agosto 10, 2016

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(114kms. 8h 11´)

La ruta

Mi estimado Máster 60 y yo elegimos esta ruta (etapas 3 y 4 de la Transnevada) dejada en Wikiloc por un par de granadinos (perdón: «granaínos») para hacerla prácticamente el mismo día que ellos, solo que cuatro años después.

Una ruta larga sobre limpia pista forestal que solo alerta de la falta de agua durante un buen tramo en su segunda mitad. Y es que es una pena comprobar los efectos de este año pertinazmente seco en el merendero del Collado del Espino, con unas fuentes previstas cuyo caño rodeado de hormigón solo contiene polvo y oscuridad. Avisados como íbamos, bien que abusamos de las fuentes de Las Juntas, del Rosal y de Paredes, de manera que la primera parte de la ruta la hicimos ahítos de agua.

Pero se nos dio bien, seguramente porque el día no fue de calor extremo. Hermosas vistas a ambas caras de la sierra, de la que retengo en el lado norte los recodos sombríos en los que los castaños y los álamos le quitan protagonismo a los omnipresentes pinos, mientras que por la cara sur destaca el mirador de la Pandera, techo de la ruta con sus dos mil trescientos y pico metros de altitud. Desde allí, imponentes vistas del Mulhacén, La Alcazaba y el Chullo arriba hacia el este, mientras que al sur es la sierra de Gádor la que muestra que también es muy capaz en esto de darle cancha a los aficionados a la bici de montaña. Y Fondón allá abajísimo.

Por lo demás, recuerdos de la media maratón de La Ragua llegando al puerto y bajando los últimos kms. sobre asfalto. En su día los subí a pie bastante más lento. Por cierto, se podría unir el comienzo de aquella carrera a pie desde La Calahorra que discurría por tierra al inicio de la ruta, empezando así desde el pueblo sin necesidad de comer asfalto, o sin tener que subir unos kilómetros por tan curvosa carretera para dejarlo al inicio de la ruta, a la izquierda, unos ocho kilómetros antes del puerto.

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«Don’t say goodbye» (con esos coros) fue la canción mentalmente más tarareada durante la mayor parte de la larga ruta. Mérito tiene y por ello justo es que deje constancia.

Incluida en el primer álbum en solitario del maestro Lynne, Armchair Theathre (Reprise, 1990).

Momentos fugaces eternos

julio 7, 2016

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Cualquier momento es bueno para deleitarse visualmente y al mismo tiempo apaciguarse interiormente, pero en julio pega especialmente tirar de memorabilia ciclista.

El libro de Magnum con firmas fotográficas de peso; ese otro del diseñador Paul Smith (a pesar del inevitable tufillo a buen gusto presentado como aute couture), o el número de la revista Volata dedicado a los Pirineos.

A la ética por la estética a través de la bici. Eso sí, mirando hacia atrás, me temo.

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5 junio: LA SALVAJE 2016

junio 13, 2016

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(Tiempo: 07:39:00. Puesto general: 168. Puesto categoría: 65. Media: 11.9 km/h)

La Sierra de María en todo su rotundo esplendor a través de La Salvaje de Vélez Rubio, muy bien organizada. Eventos así deberían ser prioritarios a la hora de pensar en la promoción de la provincia almeriense, pero los mandamases de turno suelen estar a otras cosas, digamos, más folclóricas.

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92 km y casi 3.000 metros de desnivel positivo, en compañía -a ratos- de ese gran Master 60 llamado Nicolás. Su participación fue determinante para animarme a hacer la prueba de BTT y no la carrera a pie de 41 km (que bien pensado no sé cómo hubiera ido), con la intención de ir en su compañía durante todo el trayecto. Error: las largas pruebas de fondo deben ser negociadas de manera individual, encontrando tu lugar de acuerdo a tus propios condicionantes. Lo demás son ganas de afrontar el reto equivocadamente.

El recorrido, exigente. Lo previsto. El estímulo añadido era descubrir variantes nuevas, y la recompensa fue el tramo de La Monja, con una vereda muy entretenida, pero sobre todo el puerto bautizado como La Belladona, abierto para la ocasión: parte alta de la cara umbría de la sierra, a través de una estrecha senda con piedra suelta a izquierda, precipicio a derecha y unas vista fabulosas, con el pueblo de María muy abajo.

Por entonces seguía en fase eufórica, animado con un ritmo que se tragaba todos los participantes que me iba encontrando. Fue abajo, ya en la zona del pinar de La Alfaguara, cuando cometí el error de aprovechar un avituallamiento para toquetearle a la rueda trasera, vista la baja presión que llevaba.

Perdí mucho tiempo tratando de meterle aire, pidiendo bombas diferentes a la mía, hasta caer en la cuenta de que lo que fallaba era el líquido, que ya no cumplía su función.

El consabido bajón a la hora de reanudar la marcha se unió a la inesperada dureza de la subida a Las Vigas, cuando uno pensaba en la del Guarda , y pasé por el momento más difícil, pero conociendo la definitiva de La Sabina, era cuestión de regular en modo resistencia. Creo que la cápsula de sal que tomé me ayudó a soportar la última subida por la pista forestal de El Mahimón, evitando unos calambres que comenzaban a avisar con impaciencia.

Siete horas y media de ruta exigente pero siempre disfrutable, salvando mi torpeza con las gestiones mecánicas. Me traigo la lección de meterle más líquido a la ruedas antes de una prueba así, para asegurar.