THE BATS: Free All The Monsters (Flying Nun, 2011)

Es una suerte que siga habiendo grupos musicales que garanticen el suministro de la necesaria dosis de reconstituyente según su propia fórmula, largamente probada. The Bats son de esos, y ahora acabo de darme cuenta que han iluminado el último cuarto de este año con la edición, de vuelta a Flying Nun (qué mejor manera que celebrar sus 30 años), de un nuevo disco.

Los Bats del señor Robert Scott, referencia del sonido de la joven Nueva Zelanda desde principios de los ochenta, cuando ya estaba en los seminales The Clean. Por eso, por la imagen de leyenda que reflejaban las críticas que leía cuando lo de la explosión del Kiwi Pop, a finales de década (recuerdo artículo en el Ruta), me hice con aquel recopilatorio de sus primeros singles. Lo cierto es que no me gustaron mucho «Tally Ho!» y todas aquellas: demasiado rudas/esqueléticas/Lo-Fi… La más oscura y pétrea sombra de los Velvet Underground; ese es el recuerdo que me quedó.

The Chills, los Sneaky Feelings y The Bats (The Verlaines también, aunque algo menos) eran otra cosa: mucho más del gusto impuesto por las bandas de guitarras independientes, mayormente británicas, en las que estaba metido hasta el tuétano, como suele decirse. Compartían, en la lejanía, la amable imagen de las verdes praderas.

Fear Of God (1991) fue mi disco de presentación de The Bats, y cumplía perfectamente con esa imagen. Sonaban como la más fresca banda indie británica. Hoy todavía creo que es mi disco favorito suyo.

Luego la repesca del primero, Daddy’s Higway (1987), medio grabado en Glasgow, y con el que ya empecé a intuir que esta banda poseía un toque personal, ciertamente hipnótico -algunos dicen que hasta místico-, que difuminaba hasta cierto punto las canciones en favor de una atmósfera formal muy atrayente.

Lo formal: la hipnosis instrumental, producto del cuidadoso engarzado de las guitarras en la base rítmica, y que la grabación lo presente sin perder frescura. Eso y la sensación de eterna inspiración: lo de poder estar soltando canciones y canciones de la misma manera, sin que baje el nivel, manteniendo la atención del oyente, confortablemente mecido por ellas.

Tengo esa sensación con The Bats, como también la tuve en su momento (me salen siempre de ejemplo) con aquella cara A del The Pictorial Rackson Review de Felt, o el A Brand Of Lovin’ de Tramway; ejemplos de un mismo tipo de ejercicio formal deudor, ahora sí, de los Velvet Underground y su cálida disonancia.

(Por aquí uno empeñado en no decir «La Velvet»)

Pero para ejemplo el de The Feelies, quienes precisamente también regresaron para dejar uno de los mejores discos de este año. Pienso que The Bats prolongan -de brillante manera, como se merece- el estilo Feelies: el dominio técnico instrumental para producir impresionismo melódico.

Bueno, pues Free All The Monsters posee la misma magia sanadora de Here Before. Teniendo en cuenta que el regreso suele producirse tras un buen puñado de años, la bienvenida se da de manera más agradecida aún.

Es una suerte poder decir que siempre nos quedará este tipo de bandas que nunca te fallan. Con The Bats la impresión de cálida familiaridad se acentúa al comprobar que son los mismos músicos de siempre, desde sus inicios, cuando Robert Scott compartía piso con Kaye Woodward, la guitarrista que colorea con su voz la serena manera de cantar de Scott; junto a ellos, el bajista Paul Kean y el baterista Malcolm Grant.

A los cuatro de siempre me los encuentro en un vídeo, tocando en directo «Simpletons». «Muy agradable», pensé; impresión reforzada por el marco en el aparecen: creo que están dentro de un antiguo asilo, donde han grabado el disco. La sensación de cálido ambiente es innegable.

Creo que los aficionados la ven como la banda más familiar de todo el catálogo de La Monja Voladora. Y un comentario del tipo «Igualito que hace diez años» ante una actuación suya se considera, justamente, como un gran elogio.

Ellos que no fallan y uno que lo agradece con descuido. Debería estar muy al tanto de toda su carrera, y sin embargo -precisamente por saber lo que ofrecen- no tengo controlados todos sus discos. Las crónicas señalan que Robert Scott -amén de proyectos con otros músicos- también saca discos a su nombre, y parece que el último, End Run Together (como seguramente los anteriores), merece una escucha.

También lo piden The Clean, que siguen sacando discos de cuando en cuando. Ya en Vehicle (1990) recuerdo canciones melódicamente más atrayentes que sus primeros singles. Merecen otra oportunidad por parte de este torpe desagradecido.

Por si fuera poco, David Kilgour, principal fuerza creadora en The Clean, es actualidad por la edición de un disco, Left By Soft (acreditado a David Kilgour And The Heavy Eights) que lo muestra en estado de gracia. Supone otro ejemplo de esas inspiradas maneras formales que dejan la impresión de poder transmutar en oro todo lo que tocan.  Ahora también me viene a la mente The Pastels, cuyos mejores momentos -los últimos de su discografía- ofrecen otro buen ejemplo de esa disonante atmósfera velvetiana, lángida y excitante a la vez.

Tengo entendido que Robert Scott también comparte con David Kilgour la necesidad de tirar de la pintura como expresión artística.

Finalmente, una mención para el ingeniero Dale Cotton (responsable también en el disco The Clean), por abrillantar esa técnica del empaste de instrumentos, de la que Free All The Monsters ofrece un magníficos ejemplos. Sin ir más lejos, la canción que abre el álbum, «Long halls». Mi preferida, ahora mismo, es quizás «When the day comes», con su particular atmósfera.

The Bats – When the day comes

4 respuestas to “THE BATS: Free All The Monsters (Flying Nun, 2011)”

  1. Instantáneas de Fondo Says:

    Hola Manolo,

    Vaya artículo denso te ha salido. Yo estoy disfrutando del último de los Bats desde hace cosa de diez días y me está gustando tanto como siempre. Probablemente sea mi banda en activo favorita, seguro.

    Respecto a la carrera en solitario de Robert Scott, bueno, cada disco es completamente distinto del anterior. Yo te diría que huyeras de The Creeping Unknow porque la mayoría de los temas casi se podría decir que no tienen esa consideración, el realmente experimental teniendo en cuenta la historia de Robert Scott. Mi favorito sin duda es su segundo trabajo en solitario, Songs of Otago’s Past, una tremenda lección de folk kiwi, un disco repleto de viejas historias, granjas, ovejas…en fin, como he dicho, es totalmente folk aunque también se le encuentra un aire Bats. Y respecto al que mencionas, para mí es el más convencional de la carrera en solitario de este hombre, pero está realmente bien.

    Cómo me jode no haberles visto jamás en directo 😦 Claro, que lo mismo es mejor, así no me sale la vena fan histérica 🙂

    Saludos,
    Manuel Soleado

    • Manolo M. P. Says:

      Pues muchas gracias por estas recomendaciones, amigo tocayo. Comentarios como el tuyo sí que ayudan, así que daremos por bueno tan denso artículo si me reporta el repaso que has dado a los discos en solitario de Robert Scott. ¡Qué bien suena eso del folk kiwi en la imaginación campestre!

      Saludos fotográficos.

  2. Hotel Arizona Says:

    Don Manuel siempre aportando cordura desde su rincón.

    Hoy plástico de la semana en Hotel Arizona: http://hotelarizonaradioenlace.blogspot.com/

    Y ojo con Twerps que siguen la tradición «Dunedin» al pie de la letra.

    Sigue así Manolo que tus intervenciones son siempre más que bienvenidas.

    Un abrazo.

    Jose

    • Manolo M. P. Says:

      Un honor que se deje caer por aquí, Don Jose Prieto.

      La selección de Hotel Arizona sí que aporta manteca sonora de la buena a nuestros oídos. Gracias a él descubrí y gocé del último de David Kilgour, por ejemplo.

      Así que, por supuesto, me apunto tu recomendación. Escucho a esos Twerps en tu programa.

      Saludos kiwis,

      Manolo.

Replica a Manolo M. P. Cancelar la respuesta